En un mundo un poquito más ideal

En un mundo un poquito más ideal


Miguel Almendral


Dista este de ser un mundo ideal, ya lo sabemos. Al menos de la idea que cada cual tiene de ese mundo. Y no creáis que no soy consciente de lo muy diferentes que son nuestros paraísos soñados. Pero me cuesta pensar que en ellos puedan existir la maldad, la codicia, la suciedad, las plagas o las playas en las que se te clavan las piedras en los pies, en una sesión de reflexología inesperada y a disgusto. Pero no por no ser nuestro mundo ideal vamos a dejar de trabajar en pos de que lo sea. Y en estas que debemos decidir qué hacer y cómo hacerlo, pues hay muchas tareas que podrían mejorarse, y no estamos capacitados para todas ellas.


Como sabéis soy exmilitar, de marina. Y si acaso no lo sabíais, ahora ya sí. La Armada Española me ha enseñado mucho. Valores, lo primero. Aunque también cosas que he podido ir aplicando en mi vida diaria sobre procedimientos o eficiencia. Recordad que un barco es una unidad plenamente operativa de combate, con espacios reducidos y muchas personas a bordo. Un Reality Show sin cámaras, pero igual de intenso. La logística es difícil, pero las soluciones son de una lógica irrefutable. De ahí mi primer aprendizaje sobre gestión de residuos.


Así que se antojaba lógico encaminar mis pasos hacia algo conocido y que me pareció indispensable. Hacer una correcta gestión de los residuos orgánicos, para evitar los problemas que producen e intentar aportar valor. A día de hoy tengo la gran suerte de trabajar en una empresa, cuyo objetivo primordial es aplicar los procedimientos y soluciones más eficientes a la vida común. Por supuesto empezamos por el mundo naval.


Veréis, cuando te das cuenta que un barco puede navegar muchos días sin acumular basura orgánica, comprendes que hay una ingeniería bien pensada detrás. Los barcos han de cumplir una normativa llamada MARPOL que les insta a gestionar sus residuos orgánicos a través de grandes trituradoras que los reducen en un 90% de su volumen. Luego están disponibles para almacenarse en sentinas o para pasar a ser deshidratados, con otra merma del 50% en el proceso. Así consiguen que más de 180 marineros convivan más de 45 días sin la necesidad de tocar puerto… sin que les salga la basura por las orejas.


Nuestro primer contrato para un barco fue todo un orgullo en lo personal… Pero quisimos ir más allá. Y vaya si fuimos. Hoy podemos decir con mucha satisfacción que nuestros trituradores navegan por todo el mundo. En buques de guerra, en pesqueros, en cargueros… Incluso en varias de las bases ubicadas en la Antártida, donde la normativa de residuos es más restrictiva incluso.


Pero no sólo son los barcos los que generan basuras orgánicas. Y no son sólo ellos los que deben cumplir normativas. Recientemente se ha aprobado una normativa de alimentos caducados y residuos, que supone un cambio sustancial en la forma de tratar estos desechos. Nuestro departamento de I+D llevaba tiempo trabajando en posibles opciones para la valorización de este subproducto orgánico, hasta que dimos con soluciones sostenibles. Crearíamos Compost. Y eso hacemos para cualquier gran productor de orgánico.


¿Sabéis? Yo vivo en un pueblo, cerca de una ciudad de las medianas. Siempre pensé que los avances ocurrían en las grandes urbes, donde unos señores trajeados discutían en una mesa, con las diez o doce mejores ideas del milenio, cual aplicar primero. Pero no, no es así. Noté a estas grandes figuras bastante inmóviles en temas de medioambiente y sostenibilidad. Ávidos, eso sí, de conseguir la “pegatina verde”.


En Cuenca hay un pequeño pueblo llamado Belmonte. Es un pueblo precioso de la Castilla más identitaria. Hasta tal punto es representativo, que fue localización principal de la película El Cid de Charlton Heston. Pues allí, en ese pequeño pueblo fue donde conocimos una congregación religiosa que tenía la necesidad de nuestras soluciones. De esto hace muchos años ya. Por ponerle fechas diremos que fue antes de Gasol. Antes de Nadal. Antes de la estrella en el pecho de la selección española. Antes del “Iniesta de mi vida”. Hoy sólo tengo palabras de agradecimiento para ellas, con especial cariño a la Madre Isidora, que fue quien siempre nos atendió. Estamos en todos los rincones, gracias a que la visión sobrepasa las ciudades y llega a lugares inesperados y a menudo, preciosos. A sitios donde es posible la visión de un mundo, un poquito más ideal.


Supermercados, Mercados centrales, Hospitales, Hoteles… Todos ellos pueden conseguir (y algunos ya consiguen) un residuo valorizado en forma de compost, que proviene de su gestión de residuos orgánicos. Este compost, es un elemento de alto valor para el sector primario, cerrando así la figura de la economía circular. La manzana que se produce en el campo y se vende al Hotel, se consume y vuelve en forma de compost.


Hoy, gracias a acuerdos con empresas de gestión de aguas, caminamos hacia un presente en el que la basura tiene valor. Es un producto que vamos a integrar en forma de energía o biofertiliante. Dejará de ser un problema para ser una solución. No sé si estamos mejorando el mundo o no, pero no dejaremos de intentarlo.

Beneficios en los Supermercados

Beneficios en los Supermercados.

Supermercado comprometido

El compromiso de una empresa con sus clientes tiene un retorno inmediato. Ya sea mantener una imagen actual e invertir en iluminación, publicidad y marketing. Ya sea en tener a todo el personal uniformado, los estantes bien expuestos y los productos colocados de la forma más eficiente, todo esto se traduce en beneficios para la empresa. Sin embargo yo os voy a hablar de otro beneficio. Uno que, espero no os pase inadvertido: el que consiguen aquellas empresas que invierten en conceptos que el cliente no puede ver, pero sí sentir.

Horror en el Supermercado

“Horror en el Supermercado. Terror en el ultramarinos” cantaban Alaska y los pegamoides, allá por los años 80 del siglo pasado. Y aunque es un tema muy divertido y fresco, en plena “movida”, debería tener poco que ver con la realidad del siglo XXI. Sin embargo y por desgracia, en algunos aspectos, aún es así.

No son pocos los establecimientos, dedicados a proveernos de alimentos, que están descuidando aspectos como la gestión de los residuos. Producen gran parte de residuo orgánico e inorgánico y gestionan sólo el inorgánico, que por cierto es el más sencillo. El orgánico de alimento caducado o restos sandach, se gestionan a través de recogidas externas, muchas veces muy mal trazadas y supone un dolor de cabeza para muchos gerentes. Nuestro país está a la cola del mundo en la gestión de la fracción orgánica del RSU y, en estos momentos tan difíciles, es necesario evitar imágenes que ninguno queremos ver en los patios de atrás de un negocio o empresa. En otros sitios las cosas se hacen de otra manera. No es necesario inventar, sólo hay que traerse los éxitos cercanos.

Hay otra manera de hacer las cosas

Todos queremos no generar, como funcionamiento óptimo, pero esto no es posible. Ya son varias las cadenas de supermercado que están incluyendo una gestión eficiente del residuo orgánico. Con soluciones de trituración y deshidratación del subproducto, podemos reducir en un 80% la fracción de orgánico, a la vez que lo mantenemos desactivado, gracias a los procesos que diseñamos para cada cliente. Pero esto suena a panfleto comercial y no es eso lo que quiero transmitir… Os pongo un ejemplo real de un caso de éxito.

El ejemplo

Cierta cadena de supermercados andaluces, ubicada en tierras con nombre de vino (guiño, guiño) ha incluido un programa pionero  en carnicerías y pescaderías. Se trataba de liberar a sus empleados cualificados de tener que hacer la gestión de ese residuo sobrante al corte de la materia prima para ser servida. Un carnicero que sólo corta carne y despacha. Un pescadero que no tiene que empujar cubos de basura, debido al mal olor que generan.

El cliente no lo ve, pero justo delante tiene a su pescadero limpiando la pieza y desechando espinas y escamas encima de un triturador. El subproducto se conduce por tuberías, se trata y se elimina, sin tener que manipularlo en el supermercado. Y así se liberan más de 25 minutos por empleado y día. ¿Hacemos cuentas?

A eso le sumamos que proporcionamos un programa de formación de uso y el resultado es fácilmente medible en la comparativa con otros supermercados que no cuentan con esta infraestructura. Los empleados son un 15% más eficientes, dado que ahorran tiempo de tratamiento y limpiezas. Además, se ha liberado un gran espacio dedicado a los, ya no malolientes, cubos de basura y ya no hay gestión de plagas ni amenazas producidas por posibles huelgas de recogida.

Conclusiones

La conclusión es muy clara: Invertir en el cliente no es colgarse cadenas de oro y ponerse medallas. Es invertir en formación e infraestructura que nos permitan tener más tiempo efectivo para poder atenderles mucho mejor. Y esa es la solución que tratamos de proponer.

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